Las primeras veces que visité Piriápolis, tenía unos 11 o 12 años de edad. En esa época cantaba en el coro municipal de niños y como paseo de fin de año nos llevaban a disfrutar unos días a este encantador balneario.
Lo que más me emocionaba era ver “las montañas” y el mar. Para una niña aquella imagen parecía sacada de una película. Y como si el escenario no fuera ya lo suficientemente mágico, nos alojábamos en las instalaciones del antiguo Hotel Piriápolis, el primer hotel del balneario, inaugurado en 1905.
Hoy en día, el edificio pertenece a ANEP, y gracias a ello, niños de todo el país tienen la oportunidad de vacacionar en tierras fernandinas y conocer el mar. Debo confesar que, en aquel momento, la experiencia se sentía como un verdadero viaje en el tiempo. ¿Cómo podía ser posible que estuviera alojada en un hotel de época, con salón de baile y espejos?
En ese majestuoso salón nos servían el desayuno. Recuerdo claramente cuando el maestro nos decía :
—Tengan cuidado, que las sillas tienen más de 100 años.
“¿En serio estoy sentada en una silla de 100 años?”. Eso, para mí, era magia pura.




